Escribiendo la memoria
Por: Eduardo León y Carlos González
“Voy a guardar intacto el recuerdo de este instante porque todo lo que existe ahora mismo nunca volverá a ser igual…” Escribió alguna vez José Emilio Pacheco en su libro Las Batallas en el Desierto publicado en 1981. ¿Pero de qué forma podemos resguardar aquellos momentos?; aquellos instantes efímeros o infinitos, de plena felicidad por haber tropezado con el primer amor, tal como lo hizo Carlos al enamorarse de Mariana en la historia del texto mencionado anteriormente.
Tal vez podríamos extirparlos de nosotros capturando alguna fotografía y subirla a Instagram, realizar un dibujo o desempolvar alguna libreta y con pluma en mano, comenzar a verter en palabras y oraciones todos aquellos gratos recuerdos comprimidos dentro de nuestra subjetiva memoria con el fin de posibilitar la creación de algo más.
Las obras citadas en los párrafos anteriores fueron los pilares en los que se sostuvo el taller Escribiendo la memoria; el cual se enlistó en las actividades de la onceava Fiesta del Libro y la Rosa que se realizó en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco (CCUT), el cuatro y cinco de mayo. En él se retoma la literatura de José Emilio Pacheco y la idea de éste respecto al lazo memoria-escritura.
Nosotros como un espacio para la memoria creemos que es primordial seguir construyendo vínculos con estos elementos y los discursos de la sociedad para involucrarnos en el ejercicio del cambio que todos queremos como país. Nos parece importante conmocionar al público sobre sus experiencias, reconociéndose como entes políticos y a su vez partícipes de una memoria colectiva.
El olvido, más que una amenaza, nos parece un motivo esencial a la hora de acercar a las nuevas generaciones y coincidir en que los problemas del ayer siguen siendo ejerciendo los de nuestro presente.
¿Por qué y qué recordamos?, ¿cómo se construye la memoria?, ¿qué cosas posibilitan el recuerdo?, ¿memoria individual y colectiva?, se cuestionaban los niños, jóvenes y adultos que participaron en la mediación, mientras charlaron acerca de la primera amistad, la primera vez en el cine, su primer trabajo, lo ocurrido en México en 1968…
Fue muy importante converger en cómo ahora los jóvenes plasman sus recuerdos en Facebook o Twitter, dejando de lado el poder de la escritura. Más que dos antagonismos, concluímos que no importa si se trata de escritura digital o física, sino el valor de la libertad que nos regala la escritura, pudiendo decir lo que muchas veces no nos atrevemos a decir por pena o miedo
Al final cada asistente cosió un cuadernillo, que fue estrenado con un pensamiento sobre el ¿cómo te gustaría ser recordado? Hubo silencio, miradas extraviadas en el pasado, carcajadas, mentes dispersas y varias experiencias puestas en la primera página de la libreta. Lineas que tal vez puedan estimular el quehacer literario e inmortalizar de alguna forma, la nostálgica memoria, porque como menciona Pacheco: “cada página es de nuevo la primera… y puede ser la última.”
Jorge, un niño de 12 años que pudo hablar sobre su primera ida al cine mientras su madre la escuchaba. Al mismo tiempo, el sueño de Iván, un joven de 21 años que quería ser músico y recordó varias de sus canciones escritas. Finalmente no podremos olvidar a la señora Carmen, quien en sus letras dejó la evidencia de su nombre, una mujer “que rompió paradigmas”.
En nuestro taller no quedó mejor rastro que la experiencia que creamos todos los días al hablar sobre nosotros mismos en experiencias o memoria. El tiempo, como siempre, tendrá el merecido peso sobre nuestra realidad, aquella a la que como Institución jamás renunciaremos, pues ideales como justicia, igualdad, respeto y derecho nos representarán en ese largo camino hacia el país que queremos.