Boletín M68-N°74 Magnitud 8.1
Los sismos de 1985 son un hito para el imaginario de la ciudad. Aquella modernidad anhelada, construida en la mitad del siglo xx, se derrumbó. La arquitectura emblemática y de autor que enmarcaba las grandes avenidas se vino abajo. Escuelas, edificios de vivienda y hospitales, que en algún momento marcaron el ritmo del progreso, desaparecieron. 32 años después se repetiría la historia.
El jueves 19 de septiembre de 1985, alrededor de las 7 de la mañana, tuvo lugar un fuerte sismo que alcanzó una magnitud de 8.1 grados Richter en las zonas centro, sur y occidente del territorio mexicano, causando efectos catastróficos en diversos sectores de la Ciudad de México. Ante la falta de soluciones por parte del gobierno, los habitantes salieron a las calles para remover los escombros y encontrar a familiares, amigos y vecinos. Más tarde, sólo 32 años después, el 19 de septiembre de 2017, a las 13:14 horas, la tierra volvió a sacudirse dejando cuantiosos daños en la Ciudad de México, el Estado de México, Guerrero, Morelos y Puebla. De nuevo la catástrofe puso a prueba a los habitantes, que al igual que en 1985, salieron a las calles para ayudar.
“A las 7:19 de la mañana del 19 de septiembre de 1985, uno de los peores terremotos (8.1 grados Richter) en la historia de la Ciudad de México aporta 15 o 20 mil muertos (nunca se sabrá la cifra exacta), segundos y días de terror prolongado, miles de edificios caídos o dañados, tragedias y desajustes psíquicos, imágenes terribles y memorables, hazañas de los individuos y de las multitudes”.Carlos Monsiváis
Los días posteriores a la tragedia del sismo, los habitantes de la ciudad se volcaron a las calles. Ante una tardía respuesta oficial, fueron ellos quienes decidieron desde cómo organizarse y qué labores realizar, hasta cómo buscar desaparecidos y limpiar escombros. Más allá de la solidaridad, el terremoto dio vida a una sociedad organizada que, a partir de aquel momento, estuvo dispuesta a participar y a generar los cambios urgentes y necesarios.
Artistas y escritores atestiguaron y registraron el infortunio. La lente de Marco Antonio Cruz logró captar diversas escenas de la unión de los habitantes de la Ciudad de México en la búsqueda de las víctimas del terremoto. Por su parte, el activista Marco Rascón creó el personaje ficticio Superbarrio Gómez, un súper héroe enmascarado y con traje de color estridente que buscó revindicar la causa por una vivienda digna. Superbarrio representó a la Asamblea de Barrios surgida en 1985 y marcó la pauta para una batalla que aún perdura: fue un símbolo de aquellos días, el emblema del cambio y la esperanza.
Andrés Garay (Fotógrafo), Fotografía de marcha del Sindicato de Costureras por el día de las madres, 12 de mayo de 1986. Sindicato de Costureras 19 de septiembre
Desde la zona centro hasta el sur de la capital mexicana, decenas de talleres textiles –al igual que muchos otros edificios comerciales y habitacionales– se derrumbaron durante los movimientos telúricos, dejando al descubierto la precaria situación laboral en la que se encontraban las y los trabajadores de la industria textil dedicados al corte y confección de prendas de vestir. Fue en este contexto que miles de mujeres se organizaron para exigir la reparación de daños causados a las víctimas del terremoto que se encontraban laborando en las instalaciones de las fábricas derrumbadas, así como el reconocimiento de derechos básicos para los trabajadores de esta rama.
La organización de estas mujeres derivó en la creación del Sindicato Nacional de Trabajadoras de la Industria de la Costura, Confección, Vestido, Similares y Conexos 19 de Septiembre, fundado el 20 de octubre de 1985. Aunque fue disuelto veinte años después, su lucha sigue haciendo eco en el mosaico de movimientos sociales de México, pues muchos años después las y los trabajadores aún demandan mejores condiciones laborales y se esfuerzan por que su lucha no sea olvidada.
Pablo Martínez Zárate (Fotógrafo), Joven ondea la bandera mexicana, 21 de septiembre de 2017. Colección Pablo Martínez Zárate.
El mismo día, 32 años después, a las 13:14 horas, la tierra volvió a rugir en la Ciudad de México, el Estado de México, Guerrero, Morelos y Puebla y los daños fueron cuantiosos. El 7 de septiembre otro terremoto había devastado Chiapas y Oaxaca.
La catástrofe puso otra vez a prueba a los habitantes y, al igual que en 1985, una nueva generación salió a las calles a ayudar y remover los escombros. Los medios de información dieron un matiz distinto a esta tragedia y permitieron registrar en vivo lo que sucedía. Diversos proyectos fueron fundamentales para confirmar datos y sistematizar la ayuda. Una vez más, el país comprobó que su condición sísmica es latente y su población debe estar preparada para enfrentarla.