El Centro Cultural Universitario Tlatelolco es un complejo multidisciplinario dedicado a la investigación, estudio, análisis y difusión de los temas relacionados con el arte, la historia y los procesos de resistencia.
Objetivo estratégico
Posicionarse como un espacio cultural universitario, abierto y plural de encuentro de sujetos activistas y sujetos “activables” a partir de la memoria, la empatía, el pensamiento crítico y sus diversas expresiones culturales para la creación de formas innovadoras de incidencia pública para la paz, los DDHH y el ejercicio de ciudadanía, en sus comunidades.
HISTORIA
Tlatelolco constituye una de las áreas con mayor densidad histórica y simbólica de la Ciudad de México. En particular, la Plaza de las Tres Culturas debe su nombre a la presencia de edificaciones prehispánicas, coloniales y modernas, que representan el sincretismo de nuestro país y conviven en notable contraste. Presente en múltiples creaciones artísticas, literarias y cinematográficas, es un polo de gran atractivo cultural.
La ciudad mexica de Tlatelolco fue el corazón comercial del Valle de México y último bastión de resistencia en la conquista. Sus restos arqueológicos incluyen la caja de agua novohispana y el Tecpan, sede de la autoridad civil de la república de indios, en cuyo interior se resguarda un mural de Siqueiros. Durante la colonia, gracias al Colegio de la Santa Cruz, el área se convirtió en el principal foco de diálogo entre culturas, conocimiento y enseñanza. También de esa época son el templo franciscano de Santiago y el antiguo convento, convertido en prisión tiempo después, jugó un papel significativo durante la Decena Trágica y hoy en día aloja la biblioteca histórica diplomática.
Desde Tlatelolco, los ferrocarriles propiciaron la industrialización del norte de la ciudad. Años después, sus tinglados y patios de maniobra fueron sustituidos por un paradigma de planificación urbana, modelo de ciudad eficiente y de utopía moderna: la Unidad Habitacional Nonoalco-Tlatelolco. Como parte de ella, el edificio de la Secretaría de Relaciones Exteriores, ahora Centro Cultural Universitario Tlatelolco, fue sede del tratado que prohibió el uso de armas nucleares en América Latina. Testigo de episodios cruciales durante el Movimiento Estudiantil de 1968 y protagonista de la solidaridad ciudadana tras los terremotos de 1985, Tlatelolco es un referente para la memoria colectiva.
EL EDIFICIO
Tlatelolco es un lugar de arquitectos. Hace más de 500 años, artífices mexicas levantaron el centro ceremonial de la ciudad gemela de Tenochtitlan. Los restos de la Zona Arqueológica no demandan mucha imaginación para vislumbrar la magnitud de aquel Templo Mayor.
Hacia 1610 y ante las mismas piedras de tezontle, el fraile castellano Torquemada escribió sobre la iglesia que aún está en servicio: “la obra de esta iglesia, que es una de las mejores del reino, la han trabajado los indios sin más industria ni maestro que yo”. Íconos de poder. Tlatelolco es un sitio donde se han manifestado las transformaciones de la Nación. En los años sesenta del siglo pasado, el arquitecto Mario Pani –en consagración del llamado “milagro mexicano”– impulsa el florecimiento de más de 100 edificios ultramodernos que encarnan una nueva forma de habitar la ciudad, la novísima “Ciudad Tlatelolco”.
El mestizaje arquitectónico encuentra su eje en el proyecto de Ricardo de Robina: la Plaza de las Tres Culturas, escenario que a su vez seduce al arquitecto Pedro Ramírez Vázquez para realizar uno más de los encargos que le hiciera el Estado Mexicano: construir un edificio que evoca la “limpieza y verticalidad” que, en palabras de su amigo, el presidente López Mateos, definían a la entonces política exterior mexicana.
Para justificar la elección de Tlatelolco, el arquitecto comparó el edificio de la Cancillería con la sala del hogar: es aquí donde recibimos a los huéspedes foráneos, un espacio arropado por retratos e historias de familia. ¿Qué mejor paisaje genealógico tenía México para presentar al mundo?
En mancuerna con Rafael Mijares, Ramírez Vázquez proyectó un complejo de edificios coronado por un prisma de mármol y esbeltas franjas de vidrio: una torre de 102 metros de altura erigida en estricta orientación Norte-Sur de la ciudad y que parecía declarar al orbe su incorporación al concierto mundial de las naciones, cuyo modelo arquitectónico era el edificio de la ONU, en Nueva York.
Autor también de emblemáticos proyectos como el Museo Nacional de Antropología, la Basílica de Guadalupe o el Estadio Azteca, Ramírez Vázquez puso en Tlatelolco la geometría básica al servicio de la ideología. Sobriedad y clasicismo en armonía con desplantes de perspectiva barroca: luces, volumen y texturas de materia cálida –caobas talladas en artesonados infinitos– contrastan desde las alturas con pisos de mármol y muros de vidrio ahumado. Escaleras monumentales que evocan cierta ritualidad prehispánica. Salones y oficinas donde conviven lujo y tecnología. Vastos auditorios y vestíbulos, miradores y terrazas que actualizan la tradición y consuman un paradigma de la modernidad que el presidente Díaz Ordaz inauguró en 1966.
Señalemos algunos momentos relevantes en este escenario:
1967 – A iniciativa del Secretario de Relaciones Exteriores –y futuro Premio Nóbel de la Paz– Alfonso García Robles, catorce naciones del continente se reúnen aquí para firmar el Tratado de Tlatelolco: un compromiso asumido en plena Guerra fría, gracias al cual Latinoamérica es, hasta el día de hoy, la única región del planeta libre de armamento nuclear.
1968 – La modernidad –el milagro mexicano– llega a su fin. El entorno es baleado. El
gobierno filma la represión y la masacre desde la azotea de la torre.
1985 – El terremoto deja lastimada a la torre, no obstante sus 45 pilotes de acero y hormigón enclavados a 35 metros de profundidad.
2006 – La Secretaría de Relaciones Exteriores vuelve al centro de la ciudad y estrena su nueva torre en avenida Juárez, construida por Ricardo Legorreta.
Tras años de desalojo y abandono, el complejo arquitectónico de Tlatelolco es cedido a la UNAM. La torre es reforzada en su estructura bajo la supervisión del Instituto de Ingeniería. Los grandes salones se convierten en salas de exposición y aulas para talleres. Solemnes discursos en todas las lenguas del planeta ceden su lugar a la voz de maestros, artistas, vecinos, estudiantes: en 2007 fue inaugurado el Centro Cultural Universitario Tlatelolco.